Coro
Sin duda, una de las joyas de la Catedral de Almería es el coro catedralicio, en el que la maestría artística de Juan de Orea llega a su plenitud, con un conjunto escultórico de fuerte sabor clasicista, fruto del más puro Renacimiento primitivo.
Una doble sillería se reparte por todo el espacio destinado al Coro, el lugar donde los canónigos se congregan para la lectura del Oficio Divino. Situado frente a la Capilla Mayor, plasma en sus tallas una verdadera catequesis hagiográfica: santos, profetas o mártires quedan bellamente reflejados sobre la sillería superior, mientras que en la inferior los medallones decorados con efigies antropomorfas evocan los postulados de la escultura antigua grecolatina y los modelos potenciados por Da Vinci y Miguel Ángel.
El espacio central es ocupado por la Silla reservada al obispo, plena de motivos alegóricos como la Caridad, representada como una mujer que alimenta maternalmente a los niños; la Iglesia, cuerpo místico de Cristo; y Jesucristo rey y maestro. Cierran este espacio los órganos, cuyas bellas y antiguas cajas de estilo barroco bien merecen ser observadas detenidamente.
Trascoro
Ejecutado siguiendo el diseño de Ventura Rodríguez (afamado arquitecto madrileño del XVIII), el trascoro de la Catedral es una muestra del arte neoclásico entre los muros del templo, contrastando, bella y armónicamente, con el trazado gótico de las naves de los pies del monumento.
La vocación mariana de la ciudad de Almería queda patente con la presencia de una bella Inmaculada Concepción en la hornacina central, escoltada por las imágenes de Santo Domingo de Guzmán y San Juan Nepomuceno vestidos con hábito de canónigos.
Es aconsejable observar detenidamente la conjunción de los distintos elementos que conforman el trascoro –columnas y frontones-, creando un conjunto caracterizado por la suavidad de las formas perfectamente superpuestas en torno a las tres hornacinas que jalonan el espacio central. Cierra la escena, sobre la reja, una leyenda mariana en latín que reza: «Toda hermosa eres, amiga mía, y no hay tacha en ti».