Claustro
Aunque en su origen fue concebido como Patio de Armas (dado el carácter de fortaleza del recinto), el Claustro se ha convertido en uno de los espacios más característicos de la Catedral. Su aspecto neoclásico denota los postulados artísticos y constructivos de la época en que fue ejecutado, en la segunda mitad del siglo XVII, obra de Juan Antonio Munar.
Desde el patio es posible apreciar el aspecto exterior de las cubiertas de la Catedral y las troneras sobre el muro meridional. El interior de la galería se articula en tramos de planta cuadrada cubiertos por bóvedas baídas y separadas por arcos perpiaños apeados sobre medias pilastras.
Se accede a él desde el interior de la Catedral a través de la una portada gótica de gran vistosidad, decorada con motivos vegetales y animales fantásticos, en cuyas puertas se puede contemplar el jarrón de azucenas, blasón catedralicio; una clara alusión a la pureza y virginidad de María.
Sala capitular
El claustro conecta con las dependencias de la Sala Capitular, aquella en la que el Cabildo Catedralicio se reúne para debatir y deliberar sobre determinadas cuestiones. Llama poderosamente la atención la decoración de la Sala, tanto de la puerta de acceso, como de la bóveda.
La Sala Capitular fue levantada por los mismos constructores de la Sacristía Mayor a mediados del siglo XVI, aunque no fue rematada hasta comienzos del XVII. Es en este siglo cuando Mancio Infante construyó la singular bóveda esquifada –de llamativo decorado- que cubre la planta, casi cuadrada, conectando la bóveda con el interior a través de pilastras corintias alzadas sobre plintos.
El friso se encuentra poblado de motivos renacentistas: roleos, mascarones y cabezas de querubines. La iluminación penetra en el interior a través de dos grandes vanos circulares, en la zona baja de los paños orientales.